jueves, 16 de abril de 2009

EL PERRO ABANDONADO

Desde mi encierro, no impuesto pero de ningún modo voluntario, es difícil ver el mundo exterior con claridad. El más mínimo detalle vuela en tu imaginación y se convierte en un hecho transcendental.
Ayer mismo. Me encontraba leyendo la última novela que ha caído en mis manos cuando oí llorar a un perro. Por la noche ya lo había escuchado. Lo oía cerca, parecía un cachorro. Abrí todas las ventanas de la casa y lo localicé en un patio cerca de casa. Estaba temblando (o eso me pareció a mí) y lloraba ( o eso también me pareció a mí). Lo llamé y al verme comenzó a agitar el rabo y a subirse donde podía para estar más cerca de mí. Había destrozado algunas plantas del patio. Tenía comida y agua, pero eso mi mente ya no lo vio. Comencé a angustiarme pensando que lo habían dejado abandonado y que llevaba tiempo sin salir de ahí. Recordad que llevaba oyéndolo llorar un día, ¡sólo un día!. Pero de nuevo mi mente, eso, no quería recordarlo. Y entonces mi imaginación voló: "Tengo que localizar el número de la protectora de animales... quizá podría quedarme yo con el cachorro... pero cómo lo voy a meter en un piso de 70 m..."
Mientras todo esto ocurría en mi mente pasaron unas horas, y de repente me dí cuenta que ya no se oía nada, el perrito no lloraba, me asomé a verlo y ni siquiera estaba en su patio. Miré por la otra ventana y allí estaba feliz y contento con su dueño jugando en el parque.

Me paré a pensar un segundo y me pregunté a mí misma ¿quién se sentía solo y abandonado, el perro o yo?

2 comentarios:

  1. Yo habría llamado a un amigo....

    ResponderEliminar
  2. Y lo llamé, para preguntarle que hacía...al pobre le transmití mi angustia.
    Besos, seas quien seas.

    ResponderEliminar